La importancia de la afectividad en la familia y la escuela
La Real Academia de la Lengua define la afectividad como la cualidad o capacidad de ser afectivo, es decir, el conjunto de sentimientos, emociones y pasiones de una persona hacia otra o hacia algo.
Mgtr. Eleana Alfaro Zúñiga
Profesora del Departamento de Educación de la Universidad Católica San Pablo
La afectividad es un tema que involucra aspectos emocionales, conductuales y cotidianos, pero que a menudo se da por sentado. Se asocia comúnmente con las relaciones familiares, de amistad o con personas cercanas. Sin embargo, su importancia trasciende estos ámbitos, especialmente en el contexto educativo.
La familia debe entenderse como una unidad social clave, pues proporciona el sustento emocional necesario para que los niños interactúen con su entorno. Sobre todo, los infantes deben percibir a sus padres como un lugar seguro al que pueden volver cada vez que lo necesiten. Esta seguridad fomenta la confianza y permite la expresión de la afectividad a través del lenguaje emocional natural, basado en el cariño.
La Real Academia de la Lengua define la afectividad como la cualidad o capacidad de ser afectivo, es decir, el conjunto de sentimientos, emociones y pasiones de una persona hacia otra o hacia algo. Este concepto puede ampliarse y entenderse como la disposición a expresar cariño, basado en un sentimiento de afecto.
La afectividad en la educación es una necesidad urgente. El acto pedagógico requiere un estilo cercano, motivador y dialogante que elimine temores y prejuicios frente al aprendizaje. Solo así se logra que el aprendizaje sea duradero, estimulando en el niño el deseo de saber más, al asociar la experiencia educativa con algo grato y deseable.
La psicóloga chilena Julia Silva García afirma que la afectividad es la necesidad humana de establecer lazos con los demás. Una afectividad positiva es la primera garantía de estabilidad emocional y seguridad. Para que un niño desarrolle esta capacidad, es crucial la actitud de los padres, quienes tienen un rol fundamental en su bienestar emocional.
Es esencial reconocer la afectividad como una necesidad natural en los seres humanos, especialmente en los niños. La afectividad en el entorno escolar contribuye al desarrollo emocional de los infantes, alejándolos de sentimientos de derrotismo y potenciando emociones positivas al saberse aceptados y valorados. Esta estabilidad emocional, sustentada en el afecto y la disciplina, está vinculada al manejo de emociones, la empatía y educación ética de las virtudes, con la persona como eje fundamental.
La familia juega un rol trascendental. Polaino y Del Pozo afirman que, a lo largo del proceso de socialización, los niños adquieren pautas de comportamiento, creencias y actitudes tanto de su familia como del grupo social y cultural al que pertenecen. Por ello, la familia es el pilar fundamental en la formación del niño, influyendo profundamente en su desarrollo emocional y social.
Los problemas familiares, las desavenencias entre los padres, el maltrato o la soledad pueden afectar el desarrollo del niño. En ese sentido, es importante reconocer los estilos de crianza: autoritario, permisivo y participativo. El estilo participativo fomenta un entorno de aceptación, afecto y comunicación, creando un ambiente seguro que fortalece la autonomía creciente del niño.
La necesidad de afecto de los niños nace en el seno de la familia, y quienes asumen el rol de cubrir esta demanda son especialmente los padres que, además de amar, educan y proyectan su vida en el desarrollo de sus hijos. Esta responsabilidad se extiende luego a la etapa escolar, donde las maestras de Educación Inicial juegan un rol crucial en la formación de los infantes.
Finalmente, es importante recordar que la alianza entre hogar y escuela es fundamental para el éxito educativo. Esta relación debe basarse en tres pilares: responsabilidad, afectividad y aprendizaje. Solo a través de este vínculo estrecho se puede garantizar un desarrollo integral de los niños, tanto en su formación académica como emocional.